Mujeres y trabajadoras

El pasado viernes 8 de marzo fue el Día Internacional de la Mujer. Y es ahora, pasados unos días, fuera del paraguas de los actos institucionales y de partidos o de los movimientos feministas y contrarios, cuando quiero hacer una pequeña reflexión sobre el tema.

En un día como este las agendas de instituciones, asociaciones, colegios, grupos… giraron en torno al tema del día. Hicieron actividades para homenajear a las mujeres. Porque sí. Porque era nuestro día. Y porque ya desde varios días antes la agenda de los medios de comunicación nos lo venía recordando con antelación: se colaban piezas recordándonos que el viernes se haría tal o cual acto en honor del día de la mujer. En muchos partidos y también políticos a título individual se sumaron al homenaje, que les sirvió, supongo para anotarse unos cuantos puntos. Pero pasó el día y pasaron todas las buenas palabras y solo quedan las fotos sonrientes.

Día de la mujer, ilustración de Forges

La celebración se ha convertido en una frivolización del significado real que tiene el día y la conmemoración real ha quedado olvidada. El viernes no escuché, vi o leí un solo medio de comunicación que se preocupase más de explicar el significado que de convertirse en el «portavoz» de instituciones y políticos para contar lo que habían hecho.

El origen se sitúa a principios del siglo XX y dio lugar al surgimiento del feminismo, entendido como un movimiento de mujeres en lucha por sus derechos laborales y de la vida pública en unos años en los que eran totalmente inexistentes. A través de la lucha de este movimiento se consiguieron mejoras en estas condiciones laborales y posteriormente lograron el derecho al voto.

La semilla para que todo este movimiento surgiese con fuerza y que dio lugar a que en 1977 Naciones Unidas declarase el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora (posteriormente se modificó y se ha quedado simplemente como Día Internacional de la Mujer) fue un incendio en 1911 en Nueva York: una fábrica en la que trabajaban mujeres se incendió por la noche mientras trabajaba el turno de noche. Los dueños habían cerrado todos los accesos al edificio para evitar que entrasen ladrones y fue esto mismo lo que impidió a las mujeres salir, murieron 146.

Han pasado más de cien años y hay un verdadero salto cualitativo de la situación de las mujeres de aquella época y la que hay ahora. Las condiciones laborales igualitarias, el derecho al voto y otras muchas situaciones que hoy por hoy damos por hechos y ni se nos pasa por la cabeza que sea de otra manera. Pero no debemos olvidar en otros muchos lugares del mundo se somete a las mujeres con la excusa de las tradiciones ancentrales, como ocurre con la ablación del clítoris, o con la excusa de la religión para someter la voluntad de las mujeres, y en esto son todas las religiones iguales.

No estoy especialmente a favor de «los días de…», muchos de ellos son a favor de tonterías y restan importancia a aquellos otros días que sí es interesante celebrar para concienciar sobre determinados aspectos. En el tema que nos ocupa se trata de concienciar sobre ciertos puntos que aún nos quedan pendientes en el siglo XXI y en una sociedad del primer mundo.

Igualdad salarial: a igual trabajo igual salario. Parece algo obvio pero en Europa las mujeres cobran un 16% menos que los hombres por el mismo trabajo, haciendo números esto supone que trabajamos gratis 59 días al año (¡casi dos meses!). Esto no lo digo yo, lo dice la Unión Europea a través del órgano de la Comisión Europea. Otra asignatura pendiente es conseguir que esten presentes más mujeres en altos cargos, porque la persona que lo consiga se lo merece de verdad no porque queda bonito y da buena imagen. De esta forma se superaría el llamado «techo de cristal» del ámbito laboral y que supone un lastre a la hora de promocionar profesionalmente. Las grandes empresas españolas apenas tienen representación femenina, aunque cabe mencionar que el número ha aumentado respecto al año anterior. Lo mismo ocurre con los gobiernos a nivel mundial. La reprensentación parlamentaria femenina ha aumentado por las cuotas de reservadas para mujeres. La representación alcanzada en 2012 fue de 20,3% de los escaños a nivel mundial. No está mal, teniendo en cuenta cuál era la situación hace 20 o 30 años. Sin embargo, no se cumplen los objetivos alcanzados en la conferencia internacional de la ONU en Pekín hace unos veinte años cuya propuesta era alcanzar el 30% de la representación femenina en los parlamentos del mundo. Trece años después aún tenemos pendiente un 10% para alcanzar esa cifra. Poco a poco. También en las universidades hay un sesgo por razón de sesgo en la investigación.

Llegados a este punto he de decir que no estoy a favor de las cuotas. No de forma permanente. Me explico: parece claro, en vista de los datos, que en este momento es necesario aplicarlas para garantizar un mínimo de representación de mujeres en los diferentes puestos. Por otra parte, esta situación es «lógica», históricamente hablando, porque la mujer se incorporó en el mercado laboral a principios del siglo XX y muy poco a poco fue haciendo avances como los que he comentado al principio de esta entrada. Es por tanto, lógico que tarde más en alcanzar puestos importantes que tradicionalmente han estado ocupados por hombres. La aplicación de cuotas, reserva de un porcentaje de plazas para las mujeres, está bien si así se consigue acelerar la representación (siempre meritoria) y traspasar ese techo de cristal que mencionaba antes, de forma que se evite la inercia de que solo haya hombres en puestos responsabilidad. Pero hasta ahí. En el momento que se normalice la presencia de las mujeres en todos los ámbitos laborales opino que las cuotas deben desaparecer porque habrán perdido su sentido y, teóricamente, nos resultará absurdo hablar ellas de la misma manera que hoy en día nos parece absurdo que nos digan que una mujer no puede votar por ser mujer, aunque era algo real hace un siglo. Por tanto no estoy a favor de la discriminación positiva.

Son todos estos aspectos los que creo que hay que recordar el Día de la Mujer para concienciarnos. Sin darle más importancia de la que tiene, no es un día feminista en que las mujeres estén en contra de los hombres.

Pero tampoco menos importancia de la que tiene y frivolizar, caer en estereotipos y lugares comunes. Fue lo que ocurrió con las actividades organizadas por la Comunidad de Madrid: se organizaron clases de zumba, descuentos para compras como lencería… En definitiva, actividades vinculadas con estereotipos aplicados a la mujer como el cuidado del cuerpo y las compras que en nada ayudan a la igualdad.

Por último, recomiendo este artículo de El País en el que entrevista a Lynn Povich, trabajadora en Newsweek, que demandó a la revista en 1970 junto a otras 45 compañeras por discriminarlas y no permitirles hacer el mismo trabajo que a los hombres.

Autora: Elsa Manzano Elena

@elsu_elena

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